Las prácticas de consumo responsable en el entorno universitario son comportamientos cotidianos —individuales y colectivos— que priorizan la sostenibilidad, la equidad y la austeridad inteligente en las decisiones de compra y uso de recursos, desde la alimentación hasta la tecnología. En España, su promoción ha sido reforzada por el Plan de Acción para la Economía Circular y las campañas de diferentes foros universitarios sobre Estilos de Vida Sostenibles (2022), pero las instituciones más efectivas han ido más allá de la sensibilización, creando infraestructuras que facilitan las opciones responsables: puntos de recarga para productos de limpieza y cuidado personal, sistemas de préstamo de herramientas y equipos, y menús sostenibles asequibles en comedores. En el sureste, con estrés hídrico, se han implementado campañas de reducción de consumo textil mediante intercambios y talleres de reparación; en campus grandes, programas de reutilización de equipos informáticos mediante reacondicionamiento por estudiantes y donación a centros educativos del entorno. Pedagógicamente, se refuerzan mediante retos colectivos de reducción de huella, con apps que permiten comparar impacto y competir por equipos (facultades, residencias), con premios simbólicos como días de teletrabajo. La gestión exige formación continua, señalética clara y alianzas con proveedores comprometidos. Un caso sobresaliente es la reducción del 25 % en huella per cápita en tres años, lograda mediante infraestructuras, formación y gobernanza participativa. Recientemente, se ha incorporado evaluación de accesibilidad económica en las prácticas de consumo, asegurando que becarios o estudiantes con bajos ingresos no se vean excluidos por barreras de coste.
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